Cuarenta veces el látigo había golpeado con su brutal salvajismo su espalda, causando profundas y sangrantes llagas. Su rostro había sido golpeado con un guantelete de fierro; le habían hecho cargar el madero de 50 kilos por más de 600 metros en un camino accidentado y en una cansada subida, hacia la colina […]
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