El plantío de Mariguana era pequeño, no abarcaba más de media hectárea y los dos encargados de vigilarlo alcanzaron a ver que algo se movía entre las altas plantas. Conforme habían sido entrenados, cada uno de ellos tomo camino para rodear al intruso y cuando lo detuvieron estaban sorprendidos, era un hombre mayor de pelo cano quien les argumentó que su presencia ahí obedecía a un estudio que estaba haciendo sobre las reacciones de las langostas cuando consumían la planta. Se trataba del Doctor Ronald K. Siegel, profesor de la Universidad de California en los Angeles, quien dedicó su vida al estudio de los efectos del consumo de las drogas en el ser humano, para lo cual también estudió esa conducta en el mundo animal. Tristemente este extraordinario científico murió en 2019, pero nos dejó un gran legado sobre el efecto de las sustancias en las personas, tanto en lo individual como en lo social, que nos lleva a la reflexión sobre ese problema.
Aquel sujeto había sufrido un fuerte traumatismo y se encontraba en la unidad de terapia intensiva del hospital, la cánula salía de la vena de su brazo izquierdo, conectada, a través de un tubo, hacia la bolsa plástica que pendía del soporte junto a la cama, cada tanto llegaba una enfermera que inyectaba, a través de ese equipo diversas sustancias que habían sido prescritas por los médicos, entre estas un derivado de la morfina.
Después de una semana, el enfermo fue dado de alta y se fue a su casa donde continuaría con un tratamiento de recuperación. El y sus familiares, ignoraban que su cuerpo había recibido dosis de morfina durante siete días y nunca llegó a sentir necesidad de consumir esa droga u otra alguna.
Las imágenes de lo que sucedió en la ciudad de Culiacán, México, esta semana, dieron la vuelta al mundo. La detención de un presunto narcotraficante desató el infierno de la guerra en varias ciudades del Estado de Sinaloa, los “narcos” dieron una muestra de poder al enfrentar al ejército mexicano al tú por tú, con el resultado de cerca de 30 fallecidos y muchos más heridos. Los ciudadanos comunes tuvieron que quedarse en sus casas sufriendo el temor que los disparos impactaran en su hogar. Cerca de 250 vehículo fueron incautados por los criminales e incendiados en plena zona urbana. Todo eso ¿Para qué? solo para poner tras las rejas a una persona.
Si observamos los efectos del consumo de drogas en las personas, nos encontramos que, de acuerdo con estudios científicos, solo el 10% de quienes que llegan a consumir algún tipo de droga, llegan a adquirir adicción a la sustancia, una pequeña parte de esos consumidores.
Es un dato que viene de la propia Oficina de las Naciones Unidas para el Control de las Drogas. La Organización Mundial de la Salud, en 1995 emitió el reporte de un estudio realizado sobre la cocaína en el que encontró que el consumo de esa droga, en forma experimental u ocasional, es con mucho el más extendido, contrario al consumo disfuncional y compulsivo, lo que significa que el consumo de esa droga no es tan adictivo como se hace suponer.
La guerra contra las drogas se remonta a casi un siglo y lo que hemos visto es que el consumo de sustancias prohibidas aumenta continuamente, transformándose en un problema social. El control de las drogas y su consumo se encuentra en manos de personas sin escrúpulos, cuya única finalidad es enriquecerse a partir de la desgracia de millones de personas cuyos allegados tienen que sufrir el ver decaer a un ser querido en la ignominia del vicio.
Los narcotraficantes no paran en detalles, ni les importa el sufrimiento que provocan; lo que ellos hacen es impulsar su negocio y, con el tremendo poder que les da el dinero que produce su criminal actividad, controlan policías, autoridades, políticos y toda la gama de personas involucradas en ese submundo. Procuran crear nuevas sustancias que sean más adictivas y tienen el dinero para comprar profesionales calificados como: contadores, banqueros, químicos, médicos, abogados o mercenarios; por mencionar algunos, para impulsar su negocio y formar verdaderos ejércitos dedicados a destruir lo que se les oponga.
La formación de grupos delincuenciales, organizados como empresa y con ese gran poder, ha acarreado el desgaje de los tejidos sociales y el crecimiento de otra gran cantidad de actividades criminales, como el secuestro, la trata de blancas, el tráfico de armas y la violencia en general y ese daño a la sociedad ha implicado el desplazamiento de cientos de miles de personas que tienen que abandonar sus tierras y hogares, emigrando a otras partes de su país o el extranjero, provocándose la inmigración ilegal.
Después de décadas de lucha contra el narco, lo que hemos visto es que los gobiernos no solo no han sido capaces de vencer a los criminales, sino que esa actividad ha crecido en forma exponencial y surge la pregunta obligada:
¿Qué no habrá otras formas de enfrentar el problema del narcotráfico y la criminalidad que se le apareja?
Una parte de la información de este artículo ha sido tomada del libro “Tras el grito” de Johann Hari.