Cuando los apaches atacaron

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Por: Oscar Müller C.

En una ocasión nos encontrábamos cuatro amigos acompañando a cenar a un Maestro de Argentina que había venido a dar algunas clases a Agentes del Ministerio Público y Jueces, pues estábamos implementando una reforma en el Sistema Penal; buscando plática para el maestro y conociendo que tanto en el Cono Sur, como en el norte de México se vivieron circunstancia similares con las tribus autóctonas, que eran prácticamente indomables, comenté que, en mi opinión, se había presentado una circunstancia histórica que enfrentó dos civilizaciones sin posibilidad de reconciliación y que una de estas, la más débil sobre todo en capacidad bélica, había sucumbido. Las personas que me acompañaban expresaron fuertemente su discrepancia, para ellos aquello debía verse desde otro ángulo, quizá como un genocidio o un abuso de fuerza,

El maestro de la Universidad de Buenos Aires, por el contrario, coincidió con mi opinión haciendo ver que, distinto a otras zonas de América, las civilizaciones del norte y del cono sur del continente, no llegaron a tener el nivel de crecimiento y sofisticación que las creadas por las culturas Mexica, Otomí, Maya o Inca, las que ante la llegada de los europeos pudieron adaptarse a las nuevas condiciones, sin embargo otras culturas autóctonas eran tan retrasadas que no asimilar el cambio y guerrearon casi hasta su extinción.

Los territorios del norte de la Nueva España, incluyendo los del suroeste de Estados Unidos, estaban habitados por esas tribus indomables y el enfrentamiento fue brutal; mi tierra Chihuahua no fue la excepción.

La vida era difícil y llena de peligros para los descendientes de europeos y mestizos que vivían en este territorio, pues las incursiones de las tribus comanches o apaches, principalmente, dejaban tras de sí un reguero de sangre y desolación donde atacaban.

Algunos viajeros de la primera mitad del siglo XIX han dejado relatos sobre lo que les tocó ver o vivir en ese aspecto y encontramos lo que menciona el inglés Jorge Ruxton quien viajó por estas tierras en 1846, justo antes que iniciara la invasión de EEUU a México.

Entre las ciudades de Durango y Chihuahua hay una zona regada por el Río Florido en donde se habían establecido diversas haciendas en una de las cuales vivía un hombre, apodado “El Cojo”, con ocho hijos varones, todos ellos avezados en las artes del manejo del ganado y las suertes vaqueras, un de ellos llamado Escamilla

Isabel Mora, joven de dieciséis años vivía en una hacienda cercana conocida como “La Cadena”, se hizo compromiso de boda entre ella y Escamilla; al festejo acudiría gente desde más de 60 kilómetros a la redonda.

Unos días antes de la boda, “El Cojo”, junto a sus hijos y otros habitantes de su hacienda se trasladaron a “La Cadena”, para ayudar en los preparativos y el día previo a la boda Isabel y Escamilla habían salido a caminar cuando vieron una nube de polvo que se acercaba y pensando que eran los vaqueros que venían de arrear ganado no le pusieron mayor atención.

Fue Isabel quien se percató que no se trataba de gente de la hacienda y advirtió a Escamilla quien al fijar su atención pudo notar que era una turba de comanches que pretendía atacarlos, corrieron hacia la hacienda dando avisos a gritos del ataque y gente salió de los muros del casco hacendario, pero no pudieron evitar que los atacantes mataran a los dos jóvenes.

Los defensores lograron matar a varios de los atacantes y uno de ellos que fue lazado del cuello, tirado de su montura y arrastrado, luego de muerto, conservaba aferrada en su mano la cabellera que le había arrancado a la joven que unos momentos antes estaba llena de ilusiones.

La vida no era fácil, los ataques que hacían las hordas autóctonas eran continuos e impredecibles y las rancherías y poblaciones vivían en constante zozobra. No cabe duda que aquellos defendían lo que les pertenecía por derecho propio desde tiempos inmemoriales y los que habían llegado posteriormente se habían apoderado de sus tierras y alterado la forma de vida que ellos conocían, era un choque de civilizaciones inevitable por el devenir histórico, que costó muchas vidas-

Los territorios de ese septentrión de México, no se pacificarían sino hasta finales del siglo XIX y en Chihuahua hubo un hombre que destacó en esa guerra, el General Joaquín Terrazas de quien hablaremos en otra ocasión.

Pero ahora se acerca la fecha en que México recordamos nuestra independencia y dedicaré alfunas letras a una historia que se relaciona con el periodismo y la guerra separatista de nuestros antepasados.

El material para este relato lo he tomado del Libro Viajeros por Chihuahua (1846-1853), fue compendiado por el Historiador Jesús Vargas Valdés y editado por el Gobierno del Estado de Chihuahua en la época del Gobernador Patricio Martínez cuyo interés por la historia regional le llevó a impulsar este tipo de estudios.

Creédito de la imágen: Fotoeca Nacional INAH

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About Post Author

Oscar Muller Creel

Oscar Müller Creel es Doctor en Derecho especializado en derechos humanos, ética profesional, seguridad publica, corrupción y libertad de expresión. Ha escrito diversos libros y artículos científicos. Columnista en varios medios de comunicación internacionales, tanto para prensa como radio. Si usted desea publicar esta columna en su medio de comunicación, agradeceremos se comunique con nosotros. OMC Opinión. Todos los Derechos Reservados 2015
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