En las calles de la ciudad donde vivo, no es extraño que se te acerque una persona a pedir ayuda, en su vestimenta y rostro puedes encontrar la desesperación y en su forma de hablar, se reconoce que viene de Centroamérica; no es extraño también ver que en ocasiones alguno de ellos se encuentra mutilado por la pérdida de una extremidad, lo que de inmediato te lleva a pensar en “La Bestia”, el tren en el que recorren el territorio de México, bajo circunstancias muy precarias y sin condiciones de seguridad, no es raro que en el recorrido estas personas sufran accidentes.
El fenómeno se ha multiplicado debido a las políticas migratorias durante la presidencia de Trump, pero también es verdad que las caravanas de migrantes provenientes de Centroamérica avanzan continuamente por el territorio mexicano, en busca de una vida mejor que la que tienen en sus países, en donde la violencia es la constante de las vidas de estas personas.
Soy tan humano como cualquiera y en ocasiones el sufrimiento que se me presenta a dos metros de donde estoy, lo veo con indiferencia ¿Será acaso que de tanto verlo, el corazón se endurece?
En otras ocasiones me conduelo de ellos y procuro ayudarles con unas monedas, aunque se que lo mejor que pudiéramos darles es un trabajo digno, aún y cuando sean extranjeros, pues si son personas útiles a nuestro entorno lo más lógico y práctico será darles la oportunidad de integrarse a nuestra sociedad.
Pero el azote de la Pandemia que estamos sufriendo, aunado a las políticas de un gobierno que actúa contra toda razón práctica aferrado a una ideología anacrónica, está desgarrando la economía del país y el desempleo ha crecido en forma exponencial.
Así los propios mexicanos se están quedando sin empleo y es donde entra en juego la xenofobia, es decir el rechazo a lo que es ajeno a nuestra idiosincrasia, por el cuál, los extranjeros son vistos como el enemigo que viene a quitarle las fuentes de trabajo a los connacionales.
Los mexicanos que luchamos por superarnos somos una gran mayoría ¿Quién no quisiera tener un empleo o un negocio que fuera sustento para su familia? Todos queremos tener un país donde el progreso sea un factor común en la gran mayoría de los mexicanos.
Sin embargo, tenemos un país en el que más de un tercio de la población es muy pobre, existe una clase media muy extensa que lucha día con día contra un sistema que parece empeñarse en llevarle a la pobreza y las grandes riquezas se concentran en unos pocos.
Se dice que es la corrupción y, en cierta medida concuerdo, pero creo que hay mucho más que eso creo que la corrupción en estos nuevos tiempos ha tomado una forma de alianza entre algunos de los grandes ricos y el poder político, esto se ha venido forjando durante más de veinte años y el gobierno actual no es excepción y si tiene duda vea quienes acompañaron a López Obrador en su visita a la Casa Blanca a principios de julio de este año y cuales empresas se están viendo beneficiadas con el inútil sistema educativo por televisión o que banco se ha favorecido con las ayudas que reparte el gobierno.
Un sistema en que los políticos y los grandes empresarios, que están unidos para la defensa de sus intereses, solo puede traer malas noticias a los pobres y la clase media.
Pero hay otro factor, parece ser que en México los políticos no quieren que se creen empresas y fuentes de trabajo pues el establecer un negocio conlleva una multitud de trámites que se empequeñecen ante la telaraña del sistema fiscal que cada vez obliga a cumplir con trámites realmente complejos y una carga fiscal que limita la capacidad de los dueños de hacer crecer sus negocios.
Es por eso que la mitad de los empresarios mexicanos trabaja bajo la economía informal que paga pocos o nulos impuestos y en nada contribuye para la seguridad social, pero el gobierno tiene necesidad de gastos y en lugar de poner orden prefiere exprimir a los empresarios que si actúan dentro de la legalidad, debilitando así la posibilidad de crear más fuentes de trabajo que distribuyan la riqueza.
¡Ya no somos lo mismo, ya somos otros! Proclama el presidente desde la letárgica tribuna mañanera, pero miente: si es lo mismo, solo algunas caras han cambiado.
Veo muy lejos el momento en que podamos tener la humanidad de recibir a quien quiera venir a trabajar y abrirle las puertas de nuestra sociedad para bien de todos y en un verdadero sentido humanista real y no ensalzado desde la tribuna del poder.