El edificio ubicado en el 427 W. 5th St., de Los Ángeles, California, había sido construido en 1887; su fachada era una representación del estilo gótico español y su interior del art nouveau, inspirado por el auditorio Louis Sullivan de Chicago. Sirvió para varios propósitos. Fue destinado al culto religioso y también sala de espectáculos en la que se realizaban conciertos y óperas y, en el siglo XX, fue también sala de cine, una de las más grandes en aquel tiempo en Estados Unidos, pues tenía un aforo para 2,700 personas; fue conocido como el Auditorio Clune, demolido en 1985, y tiene un triste récord: Ser la primera sala de cinematografía en donde se exhibió, en 1915, la película del director D. W. Griffith, titulada “El nacimiento de una Nación”. Esta película promovía abiertamente el racismo y la supremacía blanca y presentaba a la organización racista Ku Klux Klan como una salvadora de la nación americana y a los afroamericanos como una clase floja, borracha, ladrona y violadora. En su inicio la pantalla exhibía una frase del entonces presidente de ese país, Woodrow Wilson, que decía: “Los hombres blancos fueron provocados por un mero instinto de supervivencia… hasta que finalmente surgió un gran Ku Klux Klan, un verdadero imperio del sur, para proteger al territorio sureño”. Wilson tuvo que retractarse luego y declarar que reprobaba esa lamentable producción.
¿Encuentra el lector alguna coincidencia con la realidad actual? Estoy seguro que sí. Tras los lamentables sucesos del pasado fin de semana en Charlottesville, Virginia, por todos conocidos, la tibia reacción del presidente Donald Trump fue un reflejo de lo hecho por su antecesor Wilson.
Pero esto no debe extrañarnos. Los antecedentes del actual presidente nos indican una corriente de simpatía hacia los grupos de racismo. En 1927, una marcha de simpatizantes del fascismo italiano y del KKK derivó en un zafarrancho del que siete hombres que llevaban capuchas blancas y fueron identificados como miembros del KKK, fueron arrestados; entre ellos se encontraba el señor Fred C. Trump, con domicilio en 175-24 Devonshire Rd., quien, conforme a los censos de población vigentes en ese tiempo, era el padre del actual presidente de EEUU, quien ha negado dicha identidad.
Vimos que las declaraciones del presidente norteamericano sobre los hechos de Charlottesville fueron realmente tibias y no mencionaron, en un principio, condena de algún tipo hacia las actividades de los grupos racistas que provocaron el conflicto. Los tuits mencionaron: “Mis condolencias a los familiares de la joven mujer asesinada hoy. Mi mejor voluntad hacia aquellos que resultaron heridos en Charlottesville. Muy triste” y “Mis profundas condolencias a los familiares de los oficiales de la policía estatal de Virginia que murieron hoy. Ustedes son lo mejor que nuestra nación produce” y a la prensa mencionó: “Condenamos en los términos más claros esta escandalosa demostración de odio, fanatismo y violencia procedente de muchos sitios”.
Las críticas no se hicieron esperar y se dieron en el sentido de que el presidente estaba evadiendo dar a los hechos la verdadera dimensión de racismo y discriminación que les caracterizaron, debiendo calificarse como “terrorismo interno”. Ante esto, este lunes, el presidente Trump se vio obligado a condenar directamente el racismo y la ultraderecha; fue una reacción tardía, su alocución no convenció y ha quedado como promotor de dichas conductas, al no tomar una postura de condena desde que se dieron los hechos.
Para todos es conocido el discurso de odio que ha promovido el actual presidente, desde su campaña para ocupar el cargo ha promovido una ola de discriminación y violencia como hace muchos años no se ha visto y ha propiciado el resurgimiento de lo malo que tiene una parte de la sociedad estadounidense, como hizo lo propio el presidente Wilson un siglo antes.
Como última reflexión quiero dejar a ustedes parte del poema Strange Fruit, de Abel Meeropol, musicalizado por la cantante Billie Holiday en los años treinta, que se refiere al linchamiento de jóvenes afroamericanos, colgados de un árbol:
Árboles sureños cargan extraños frutos,
Sangre en las hojas, y sangre en la raíz,
Cuerpos negros se balancean a la brisa sureña
Extraños frutos penden de las magnolias.
Imagen destacada gracias a npr.org