En el aula había 23 alumnos, una variedad de personas que trabajan en los cuerpos de seguridad pública del estado, desde administrativos, hasta policías de campo. El curso es intensivo, ocho horas entre viernes y sábado, por lo que luego de un buen rato de clase y cuando los vi distraídos, decidí que era el momento de tomar un receso.
La mayor parte de los alumnos salieron del aula y cuando volvieron los noté inquietos, por lo que les pregunté qué causaba esa situación. La respuesta fue triste: “Es que nos acaban de avisar que mataron a dos compañeros”, respondió uno de ellos. Ante esta circunstancia sólo hay una cosa lógica que, como catedrático, pude hacer: “Si es necesario que alguno de ustedes salga para ayudar en las pesquisas, adelante”.
Uno de ellos, muy inquieto y disculpándose, me pidió permiso de salir del aula, a lo que accedí.
El siguiente fin de semana, el alumno mencionado se me acercó y me explicó sus razones: Él, junto con otros cinco compañeros, había venido de otro estado a petición del fiscal. Fueron asignados a una ciudad, en un área de mucho conflicto y, entre todos, rentaron una casa que compartían. Los policías que habían asesinado la semana anterior eran dos de aquellos con los que compartía la casa, esto justificó su exaltación al conocer la noticia de la ejecución y su deseo por abandonar el aula y ayudar en el esclarecimiento del crimen.
Jesús E. Trejo López es el nombre de este alumno que, en el último día del curso, nos compartió una serie de pensamientos que había escrito algunos años antes en relación con su experiencia de vida como policía y le pedí autorización para compartir, parte de esto, en mi columna.
Hace más de 20 años se inscribió en la academia federal de policía, y describe su experiencia con las siguiente palabras: “Ingresamos por vocación y admiración… debías tener complexión media, estatura mínima de 1.75 metros, sin antecedentes penales, soltero, saber manejar automóvil y motocicleta, contar con la enseñanza media superior (preparatoria), y tener entre 18 y 25 años… El curso de formación era en régimen de internado, dónde estabas disponible en todo momento con una preparación continua, mínimo por un año o en algunos casos hasta por dos… dentro de la formación, los correctivos disciplinarios por mal comportamiento eran ejercicios rudos (lagartijas, abdominales, patitos, aguilitas, correr como caballo por horas), lo que te forjaba disciplina, un perfil, madurez y orientaba tu carácter…”.
El trabajar como policía es difícil y lleno de sacrificios, que Trejo los describe de la siguiente forma: “…servicio lleno de desvelos, sacrificios, carente de Navidades, Noche Buena, cumpleaños de tus hijos, graduaciones, días del padre y de la madre e incluso funerales de tus seres queridos… turnos de más de 12 horas de servicio, de proteger y tomar conocimiento de accidentes con lesionados y muertos, con lluvia, frío, neblina, esperando a que un vehículo te atropelle…”.
Luego de 18 años sirviendo como policía, debido a absurdos exámenes de confianza, carentes de las más elementales técnicas y elaborados por personas de poca o nula experiencia en lo que es ser policía, fue despedido de la corporación, y su frustración la expresa de la siguiente manera: “…yo soy uno de ellos, de esos de ‘los de antes’, de los que dicen que no les sirvo porque ‘no soy apto’, cuando nunca en la vida me he drogado y en cambio me he enfrentado a disparos con los ‘malos’ y los he consignado. Yo, que con sacrificios, creyendo en la ‘profesionalización’ de la nueva Policía Federal, concluí mi Licenciatura en Criminología, aspirando a un mejor cargo o grado, esperando, ilusamente, que me consideraran y se fijaran en mí y sí, voltearon a verme, pero no como criminólogo sino como ‘criminal’, pero bueno, me voy orgulloso, servido, realizado y tranquilo de haber sido elemento y haber formado parte de la extinta Policía Federal de Caminos, de haber puesto en alto y darle nombre, esencia, sentido e imagen a la nueva ‘Policía Federal’; me voy con la frente en alto, con la seguridad de ver a mis padres, hermanos e hijos de frente, a los que me quieren y aprecian y a los que creen en mí y me apoyan…”.
Tengo cerca de 40 años de catedrático, pero mi etapa más satisfactoria han sido los últimos diez, en que he enseñado a las personas que trabajan en la Seguridad Pública. Esto, porque soy consciente de la gran importancia que para la sociedad tiene el trabajo de esta gente, Y el ayudarlos en su superación es un gran honor. La experiencia de saber la muerte de mis alumnos es muy fuerte, deja una impresión difícil de borrar, pero el trato con estas personas me ha ayudado a comprenderlos y a superarme como ser humano y cuando escucho comentarios, la mayor parte de las veces sin fundamento, que critican a la policía, me brota el deseo de contradecir a quien lo hace; pero he aprendido a abstenerme, porque, generalmente, esos comentarios vienen de gente que ignora el sacrificio que significa trabajar para los cuerpos de seguridad, por lo que aprovecho este espacio y las palabras del compañero Trejo para dar respuesta a esos comentarios y críticas sustentadas, sobre todo, en la ignorancia.
Interesante artículo. Gracias por compartir!
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