Con el reconocimiento jurídico a las uniones homosexuales se ha dado un paso muy importante para el respeto a la diversidad entre los seres humanos y siempre será conveniente reconocer estas diversidades, respetarlas y reivindicar a los grupos minoritarios cuyas conductas no son dañinas a la sociedad que los acoge.
La sexualidad es parte de la naturaleza humana y ha sido regulada legalmente desde el principio de los tiempos con la creación de figuras como el matrimonio, la paternidad, el derecho a programar la reproducción, las relaciones económicas entre esposos, los derechos a pensiones de jubilación o servicios médicos, etc.
El tema del reconocimiento o desconocimiento de derechos a las parejas homosexuales ha estado en la mesa de discusión durante más de una década en la sociedad occidental; ver a la homosexualidad como una perversión moral es propio de muchas sociedades y las nuestras no han escapado a esa visión lo que ha dado lugar a actitudes homofóbicas que en muchas ocasiones se han traducido en agresiones físicas y hasta homicidios con alto nivel de crueldad. Es un hecho que en algunos países las relaciones homosexuales se consideran como delitos y son castigadas con penas de prisión o multas y en algunos casos hasta con la muerte.
Pero también la homosexualidad no siempre ha sido una conducta vedada ni socialmente mal vista, la investigadora Iñaki Bazan menciona que en las culturas griega y romana de principios de nuestra era, las relaciones entre personas del mismo sexo eran vistas como una forma común de relacionarse; aunque no era así en todas las sociedades, la religión y el derecho judíos consideraban las relaciones homosexuales como algo indebido: en el antiguo testamento que reflejaba una idea de Dios vengativa y cruel, observamos que en el Levítico (20,13) se menciona que si alguno tuviere relación con varón como si fuese con mujer sería una abominación y ambos deberían de ser muertos y el Deuteronomio prescribe la expulsión de los sodomitas de Israel.
Los pueblos indígenas del norte de América consideraban que el homosexual era un hombre o mujer que se encontraba poseído por un espíritu cuyo sexo era diverso al que la naturaleza le había atribuido y como tal era incluido en el grupo sin ningún problema o rechazo; no fue sino hasta la alta Edad Media en el siglo XI cuando empieza a nacer una cultura discriminatoria hacia el homosexualismo y quienes lo practicaban, pues iniciaba la consolidación de una sociedad que necesitaba una fuerte unidad para preservarse, de aquí que lo que no fuera acorde con las prácticas comunes se estimaba como algo que debiera erradicarse y empezó a surgir el rechazo hacia ciertos grupos como los herejes, judíos y leprosos y es ya en el siglo XIII, cuando toca este rechazo a quienes practicaban relaciones homosexuales, por considera que se alejaban de las pautas normales de comportamiento; para los siglos XIV y XV todas aquellas conductas que se alejaran de los parámetros morales cristianos debían de ser reprimidos.
En esta etapa se estimaba al sexo como un enemigo de los valores espirituales puesto que las reacciones provocadas por el deseo carnal eran difíciles de controlar y por consecuencia como propias del mundo material, de ahí que fuera necesario regular la relaciones sexuales, fue así como se empezó a ver al coito entre varón y mujer como una actividad cuya única finalidad era la procreación, por lo que debería presentarse únicamente entre personas unidas en matrimonio y debían de llevarse a cabo con el hombre sobre la mujer y esta tendida sobre su espalda, posición que implicaba el dominio de aquel sobre ella, considerándose también a esta posición la mejor forma de lograr el embarazo y por consecuencia cualquier otra forma de sexo entre marido y mujer era considerado como aberrante.
Es evidente que esto trajo consigo un rechazo a las relaciones entre personas del mismo sexo y fue creando un discurso homofóbico que ha llegado hasta nuestros tiempos, Foucault menciona como en el siglo XIX los homosexuales ya eran considerados como pecadores o enfermos mentales; se pensaba que el homosexual estaba enfermo del alma y este pensamiento provocó la persecución social de quienes realizaban ese tipo de actividades, considerando que esas prácticas eran delitos, en algunos casos penados hasta con la muerte.
El sociólogo Frederick Witham realizó el siglo pasado estudios sobre diferentes comunidades homosexuales en diversos países y concluyó que la práctica homosexual es común a todas las sociedades; que existe un porcentaje de personas homosexuales en cualquier sociedad que permanece estable al paso del tiempo; que las normas sociales no provocan la aparición de la orientación sexual; que los grupos sociales más o menos numerosos suelen tener subculturas homosexuales, las que tienen comportamientos e intereses comunes; en su estudio concluye que la homosexualidad es un fenómeno fundamental de la sexualidad humana que se da en todas las culturas.
El rechazo al homosexualidad nos viene desde la edad media y ha creado una cultura homofóbica que se traduce en una discriminación por la orientación sexual o la identidad y expresión de género lo que es un problema grave; en el período comprendido entre 1995 y 2006 en México se cometieron 420 homicidios por discriminación a los homosexuales y es evidente la segregación de que son objeto que estas personas; Estados Unidos no escapa a esta forma de discriminación y la violencia que provoca.
Desde la segunda mitad del siglo pasado la Organización de las Naciones Unidas, sustentándose en estudios científicos, afirmó que la homosexualidad no es una enfermedad psiquiátrica sino que es una conducta que forma parte de la diversidad del ser humano de donde surge la interrogante respecto a la justicia o injusticia que se da en aquellos sistemas legales que reprimen o desconocen las conductas homosexuales.
Cualquier sistema legal debe reconocer y regular las realidades sociales sobre todo aquellas que puedan crear conflictos o roces entre las personas; la homosexualidad es una realidad en cualquier sociedad, es algo propio de la naturaleza humana y sancionarlo o reprimirlo es injusto; es por esto que estimo positivo el reconocimiento de su situación en las cortes supremas de Estados Unidos y México, sin entrar a discusión respecto a el reconocimiento o inserción de una figura como el matrimonio en las uniones homosexuales, pues esto para el caso, viene siendo un detalle que si fuese erróneo se podrá componer.
Es de observarse que este tipo de soluciones pueden no ser del agrado de todos y se corre el riesgo de quienes actúan en una homofobia radical acrecienten su activismo, sin embargo el paso dado ayuda a que muchos otros sigamos por el camino de la comprensión y la consecuente aceptación de estas personas que merecen respeto a su dignidad como todos los demás.