En ese monstruoso caos de gente y vehículos que es la urbe de más de 20 millones de habitantes, que comprenden la Ciudad de México y sus zonas conurbadas, el entrar al barrio de Coyoacán es como llegar a un remanso de paz. La gente camina con tranquilidad en la plaza principal y, quienes acudimos como turistas, encontramos muchos espacios culturales y de entretenimiento en dónde pasar el tiempo. Pero ese domingo de junio tenía un interés especial.
Hacía unas cuantas semanas se había celebrado el Día de San Patricio en Chicago, con todo el bombo y platillo que los descendientes de irlandeses suelen poner para ese evento, con el tinte de verde del río Chicago y el vestuario de igual color que utilizan miles de personas que se congregan para celebrar al patrono de la vieja Erin y sus bravos celtas; esa isla cuyo verdor pinta sus tradiciones, de la que se dice es la única región del mundo en la que no hay serpientes, lo que sus habitantes atribuyen al mismo San Patricio.
Unas semanas antes, deseando también rendir homenaje a esos valientes y nobles hombres, escribí sobre la historia del batallón de San Patricio y cómo estos esforzados jóvenes católicos lucharon su última batalla en el convento de Churubusco de la Ciudad de México.
De aquel grupo de personas que nos encontrábamos esa cálida tarde de junio en la plaza de Coyoacán, algunos se fueron a ver artesanías, otros a algún bar, otros caminaban por el lugar y yo decidí separarme, para visitar el edificio en que se encontraba el Convento de Churubusco, pues tenía el deseo de conocer ese sitio por la trascendencia histórica que tiene; mi apreciado amigo el doctor Moisés Ramírez, se ofreció a acompañarme, por lo que fuimos caminando hacia ese lugar.
Al ir acercándonos observamos a unos jóvenes con ropaje tipo escocés que estaban ensayando con gaitas, lo que evidentemente nos sorprendió. ¡Escoceses con gaitas en el centro de la Ciudad de México¡
Mientras más nos acercamos al antiguo convento, más vibraciones del sonido de ese instrumento se oían en el viento y al llegar a la entrada principal del edificio, en lo que ahora es la avenida Río Churubusco, estaban instalados un pequeño templete y sillas portátiles a ambos lados del camino.
Ahí nos informaron que, aproximadamente una hora más tarde, se presentaría un concierto de la Banda de Gaitas de San Patricio en la entrada al edificio ¡Vaya sorpresa que nos llevamos! Entramos al edificio, en donde se encuentra el Museo de las Intervenciones, y pudimos hacer el recorrido, que nos llevó 170 años atrás y nos impregnó de los hechos que sucedieron en México, en una de las guerras más injustas que ha realizado el vecino del norte, calificada como una guerra perversa por el propio Ulysses Grant, general del ejército invasor.
A los pocos minutos de haber concluido la visita del museo, inició el concierto de la Banda de Gaitas. Fue algo realmente impresionante llenarse los oídos con el sonido de los vientos que salían de las odres, acompañados de los redobles de los tambores. Confieso que nunca antes había presenciado una banda de esa naturaleza, es impactante y de indudable marcialidad.
Una vez concluido el concierto me acerqué a los componentes de la banda, quienes me contactaron directamente con su director, quien me platicó sobre los antecedentes: La banda se creó en 1997 para celebrar el siglo y medio transcurrido desde la formación del batallón de San Patricio, con el objeto de honrar a esos hombres valientes que lucharon, junto a los ejércitos mexicanos, en la invasión de Estados Unidos, pero también tienen con objetivo el promover la música de gaitas en el país.
El primer domingo de cada mes, la banda realiza un concierto en la explanada del que fuera el Convento de Churubusco para honrar a los valientes europeos que decidieron abandonar las tropas del invasor para alejarse de la discriminación y unirse a aquellos con las que compartían los mismos sentimientos religiosos. A este ejercicio musical, lo denominan en la lengua celta original Tattoo, que trata de un acto musical con tintes militares, algo similar a lo que en México interpretan las bandas de guerra.
La Banda de Gaitas de San Patricio, orgullosamente mexicana, es una honrosa representante de este género musical y Ernesto Góngora, su pipe mayor, le ha representado con gran éxito en concursos en Escocia y Francia.
La banda se compone de hombres y mujeres descendientes de irlandeses y escoceses que viven en México, pero también de jóvenes mexicanos que han asumido con entusiasmo el aprendizaje de este género musical tan especial y la participación se encuentra abierta para cualquiera que quiera hacerlo. A la fecha han grabado dos discos compactos y se encuentra en proceso un tercero. Cuentan con un blog que describe lo que he mencionado.
Fue la Diosa Fortuna que me acompañó ese día, que me encontraba en las cercanías del Museo de las Intervenciones y tuve el acierto de visitarlo y que fuese precisamente cuando la Banda de Gaitas dio su espectacular concierto, algo decididamente recomendable.
Sería una excelente idea que, en la próxima celebración de San patricio en Chicago, la banda de gaitas mexicana participe en los eventos, representando la unión entre irlandeses y mexicanos que brotó de la discriminación religiosa en el cruento y desigual enfrentamiento entre naciones vecinas.