Sus vidas habían transcurrido en un pequeño territorio, suficiente para dar cabida a sus hogares y las labores agrícolas necesarias para su subsistencia, la comunidad estaba unida no por una convivencia ideológica o una conveniencia económica; no, lo que les unía era el temor, la aldea estaba rodeada de un tupido bosque en el que se vislumbraba una amenaza desconocida, nadie la había visto o enfrentado, se decía que eran criaturas horribles y feroces que, en unos cuantos segundos, desmembraban a un hombre para luego devorarlo y los aldeanos no salían de ese territorio neutral en el que se sentían seguros frente a la amenaza que se cernía más allá de sus fronteras. El temor les había aislado del mundo exterior y hundido en la ignorancia y la pobreza propia de los grupos que no evolucionan.
Esto acontece en la película, que, en su español fue titulada “La Aldea”, y en su original inglés The Village, dirigida y escrita por Night Shymalan y estrenada en 2004.
Pero la similitud con lo que está pasando en Estado Unidos, me parece digna de comentar, pues todavía resuenan en mi mente las palabras del actual presidente Trump, cuando era precandidato al puesto: “Cuando México envía a su gente, no envían a los mejores. Envían gente que tiene muchos problemas, traen drogas, crimen, son violadores y supongo que algunos son buenas personas”.
Muchos analistas concuerdan en que la intención de esa frase y las posteriores referencias hacia México y los latinos, era crear ese temor que une a la gente ante una causa común que antes no tenían, así muchos estadounidenses, reaccionaron en consecuencia y dado que, frente a lo que se teme se responde con agresividad, los actos de violencia no se hicieron esperar, lo que demostró la efectividad del discurso del precandidato para amedrentar a ese sector de la sociedad que ha visto amenazada su forma de vida ante la migración no solo de Latinoamérica, sino de otras partes del mundo: Europa del Este, Medio Oriente, África y Asia. Pero el enfoque en la campaña fuimos los mexicanos, quienes, por nuestra cercanía geográfica representamos la inminencia del mal anunciado.
La reacción frente a la amenaza, viene del paladín que pretende salvar a la nación: construyamos un muro en la frontera con México, un argumento nada nuevo, pues desde 1994 se han construido centenas de kilómetros de muro entre ambos países, con la motivación de combatir la migración informal, pero la realidad es que la eficacia de este método ha sido mínima y la el fenómeno migratorio subsiste, pese a las barreras impuestas en un patético esfuerzo de lograr parar lo que nace en el propio país receptor: la necesidad de una mano de obra barata y eficiente, necesidad que no puede ser suplida por aquellos que se consideran de clase privilegiada por el color de su piel, lugar de nacimiento o idioma que hablan.
Este 9 de noviembre se cumplen 28 años que otro muro, que pretendía separar las civilizaciones, cayó estrepitosamente en la ciudad de Berlín; un muro que fue construido con la intención de preservar la ideología marxista de la otrora poderosa Unión de Repúblicas Socialista Soviéticas y alejar a los habitantes, del lado este de la ciudad, de la sociedad de consumo que prevalecía en la otra parte de la población. Patético esfuerzo que el tiempo exhibió en toda su inutilidad, su único resultado fue el sufrimiento humano, la separación de familias y la decadencia intelectual y económica de la parte aislada.
Algo similar ha ocurrido con aquellas partes del muro entre México y Estados Unidos, separación de familias, muertes de migrantes que tratan de cruzar inhóspitos desiertos y sufrimiento de muchos que se encuentran en ambos lados de la ignominiosa pared.
La historia ha demostrado que los muros que pretenden separar civilizaciones, han sido un fracaso, frente a la magnitud del proyecto del Señor Trump, solo se puede comparar la Gran Muralla China, que se calcula en 7000 kilómetros, y se ha descrito por los astronautas como una cicatriz visible desde el espacio exterior. Vano esfuerzo fue esa muralla, los mongoles, ese temido enemigo allende la frontera, superó la barrera sin esfuerzo y conquistó a la antigua China.
Así, al igual que en la película de la que hablaba al principio de esta aportación, el actual presidente norteamericano habla de un “temible” enemigo en la frontera: ¡debe construirse una barrera que preserve la pureza de la sociedad norteamericana! lo que no sucederá, como la historia lo ha demostrado, pero que si privará a esa sociedad del progreso que brota del intercambio entre naciones.