Eran cerca de las nueve de la noche y la pareja se encontraba tranquilamente viendo la televisión luego de Haber cenado. Eran mayores, los hijos habían ya hecho su vida propia y por tanto se encontraban solos en la casa.
Un fuerte ruido les sorprendió, ambos se levantaron del sillón y fueron hacia la entrada donde se encontraron que, la chapa había sido destrozada con algún instrumento contundente y cinco hombres con uniforme militar, entraban violentamente haciéndolos a un lado a empujones. El que parecía dirigirlos les dijo sin cortapisas, tenemos instrucciones de revisar esta casa pues nos han informado que aquí esconden armas.
Los sujetos, sin ninguna consideración, empezaron a mover muebles y abrir cajones esculcando dentro y arrojando lo que en ellos había. Al llegar al dormitorio, uno de los militares encontró una credencial que identificaba al señor como miembro del poder judicial, la enseñó a su superior quien, luego de examinarla, ordenó a sus hombres suspendieran el caótico cateo y salieron; dejando a la pareja asustada, humillada y frente a los destrozos y desorden que habían causado aquellos sujetos.
Los seres humanos tenemos en nuestra naturaleza ser sociales, esta cualidad es lo que nos permite superarnos y subsistir como especie en este planeta. No existe un individuo que pueda solo hacer frente a la naturaleza, pero unidos hemos progresado y llegado a dominar los procesos naturales como la agricultura, para nuestra prevalencia.
Pero la cualidad social implica también un problema, no somos como otros seres gregarios en la naturaleza, como las hormigas o las abejas, que actúan por instinto, pues carecen de esa capacidad de tomar decisiones individuales, que tenemos los humanos y que nos plantea una existencia contradictoria: tenemos que vivir con los demás, pero al mismo tiempo somos individualistas y tomamos decisiones que afectan a quienes nos rodean.
Tal vez, en un estado primitivo, el hombre hiciera valer su voluntad por la fuerza, pero hasta el gigante cíclope Polifemo era débil cuando dormía y fue en esos momentos, cuando Odiseo aprovechó para hundirle un hierro candente en su único ojo.
Es por eso por lo que ningún ser humano podrá imponerse por siempre a los otros. Así que, desde el momento que vivimos unidos, tenemos que confiar en la organización de poder que hemos creado para el uso de la fuerza y, evitar así la justicia por propia mano. A esa organización le llamamos Estado y, dentro de esta, a la que ejerce la fuerza para resolver los conflictos en nuestra sociedad, le hemos identificado como policía.
Nuestra organización, presenta dos dimensiones: la social que conlleva la convivencia con nuestros vecinos y la otra es la convivencia de nuestro Estado frente a otros, lo que conlleva las relaciones diplomáticas y la posibilidad de tener una organización para el uso de la fuerza, cuando las naciones se enfrentan entre sí. El uso de la fuerza en ambos casos debe confiarse a instituciones distintas, pues sus funciones son también de muy diversa naturaleza.
La policía tiene como función intervenir en los conflictos personales que surgen en nuestra sociedad y por ende debe ser formada para ese efecto, en el uso de criterio e inteligencia para investigar los delitos y cumplimentar las órdenes de los tribunales, pero, sobre todo, para tratar con las personas, lo que implica el respeto a los derechos sustanciales de estas.
El ejército debe ser formado para enfrentar a un enemigo cuyo objetivo es debilitar al Estado, a través de causar la muerte de aquellos que los defienden. Así, los integrantes de las fuerzas armadas tienen, como función primordial atacar con la intención de doblegar a un enemigo que no tiene individualidad, sino que es una masa educada, organizada y disciplinada con el objeto de destruir y matar.
La policía defiende a la sociedad civil, el ejército defiende a la sociedad en su conjunto organizado políticamente y que denominamos Estado.
Hace unos días llegué al Aeropuerto Benito Juárez de la Ciudad de México, donde tuve que pasar por las oficinas de migración y luego por el área de seguridad; en esta última no fue posible que pasara por el detector de metales, por lo que fui sometido a un humillante cacheo personal en donde frente a la gente que veía tuve que levantar los brazos y abrir las piernas mientras un sujeto, realizaba tacto en todo el cuerpo en busca de objetos peligrosos, como si fuese un delincuente. En ninguno de los tres aeropuertos por los que había pasado con anterioridad, fui sometido a un examen tan acucioso e indignante, a pesar de que se trataba de países que viven en una alerta permanente por el terrorismo.
La causa de que esto me sucediera en mi propio país estaba a la vista, personas con uniforme que portaba la palabra MARINA se encontraban en todas las instalaciones de la terminal y los guardias civiles sometidos a las órdenes de los militares con capacidad de utilizar el criterio limitadas y en algunos casos nulas, por su misma formación.
Eso es lo que sucede cuando se confunde la función de cuidar a la sociedad con la de cuidar a la nación y esa es la razón por la que decenas de millones de mexicanos nos oponemos a la militarización de las funciones que corresponden a los cuerpos civiles, pero es indudable que, en México, esto les importa un cacahuate a los políticos que solo ven por cuidar sus privilegios a costa de la tranquilidad ciudadana.
Tenemos que velar porque ahora en los institutos de formación de la policía y los militares, se cree una nueva disciplina que se llame: COMO ABRAZAR A LOS DELINCUENTES Y HUMILLAR A LOS CIUDADANOS.